Aquí lloran en Guatemala los deportados de Trump

<p>El 11-66 de la avenida Hincapié en Ciudad de Guatemala es el lugar donde miles de deportados desde EE. UU. enfrentan el fin de su sueño americano. En 2025, bajo el segundo mandato de Donald Trump, fueron deportados por vía aérea 34,539 guatemaltecos, en su mayoría originarios de Huehuetenango, San Marcos y Quiché. Allí, entre llantos, discursos oficiales y familias que esperan, la migración se convierte en una historia de pérdida y esperanza rota.</p>

Carlos Barrera

El número 11-66 de la avenida Hincapie del municipio de Guatemala es un lugar muy triste. Quienes salen de ahí lloran o acaban de llorar o están desorientados y miran para todos lados o son recibidos por parientes que al verlos también lloran. 

Toda esa gente era gente que, en el manido mundo de las metáforas simplistas, tenía un sueño que se apellidaba americano. Cuando salen de ese lugar en la avenida Hincapie 11-66, ese sueño, si es que lo era, ha terminado. 

Con promedio de tres vuelos por día, hasta el 15 de octubre de 2025, durante el Gobierno del republicano Donald Trump, han aterrizado en el aeropuerto internacional de La Aurora 398 aviones de la compañía Global X y Eastern Air Express con 34,539 personas deportadas. En sus últimos 10 meses de Presidencia en 2024, Joe Biden, deportó por vía aérea a 53, 701 migrantes, casi 20,000  más que Trump. Pareciera que el actual líder que ondea las deportaciones como una de sus banderas no está cumpliendo con su amenaza, pero expertos en el tema señalan que la razón puede ser otra: que debido al terror que ha implantado en el mundo migrante con su discurso, los intentos de entrar a Estados Unidos han bajado drásticamente y por eso hay menos personas detenidas en el cruce y por tanto muchos menos deportados, a pesar de las redadas que ocurren en escuelas o en las cortes de migración estadounidenses. 

La mayoría de esas personas deportadas van desde quienes tenían años viviendo en Estados Unidos y fueron detenidas mientras iban a sus trabajos o regresaban de una larga jornada en un restaurante o una empresa constructora y aquellos, cada vez menos,  que fueron detenidos por una Patrulla Fronteriza mientras cruzaban desde México.

Pero los números son fríos hasta que uno les pone cara y los ve salir angustiados y desorientados por el portón principal del 11-66 de la avenida Hincapie de Ciudad de Guatemala. Ahí queda el Centro de Recepción en Zona 13, y esos números se vuelven carne y hueso,  nombres reales, familias separadas. 

Cada vez que un avión aterriza el protocolo es el mismo, un empleado de Migración da la bienvenida en un salón para cerca de 200 personas, ofrece un desayuno chapín, café y agua. Hablan de oportunidades laborales y de lo maravillosa que puede ser Guatemala. Del otro lado, los recién expulsados escuchan aquel discurso que suena como un mensaje motivacional.  En su mayoría, son hombres de piel morena que se fueron huyendo de la pobreza y la falta de empleo. Muchos llevan apellidos indígenas que el empleado de Migración con dificultad logra pronunciar.  

Según datos del Instituto Guatemalteco de Migración, la mayoría de personas deportadas son originarios de los departamentos de Huehuetenango, San Marcos y Quiché. 

A las afueras del centro hay  incertidumbre. La hay en quienes esperan. Son familias que montan vigilancia hasta que el avión aterriza. Muchos hacen recorridos de hasta ocho horas, viajan a la medianoche desde municipios remotos como San Juan Ixcoy, a 270 kilómetros de la capital, en el departamento de Huehuetenango. Así es el caso de Vidalina Mendoza, una mujer Maya Q’anjob’al que llegó al  número 11-66 de la avenida Hincapie de Ciudad de Guatemala el 15 de octubre para esperar a su hija Rosa, de 28 años, que no llegó en ninguno de los tres vuelos que aterrizaron ese día. Hay incertidumbre en las personas que llegan deportadas y al salir del centro no encuentran a nadie que les espere. Hacen llamadas urgidas a sus familiares en Estados Unidos preguntando si les queda un pariente en Guatemala que pueda recibirlos. Hay quienes consiguen respuesta desde el Norte; otros deberán ir a un albergue ubicado en zona 5. 

Unos hombres, resignados por el momento, hablan de robar: ‘’Aquí no hay oportunidades, solo queda ir a robar’’. Otros, con lo ahorrado, piensan montar negocios en sus pueblos: ‘’Hasta que salga Trump no regresamos a ese país”. Otros intentarán regresar a Estados Unidos semanas después de haber sido deportados. Otros solo guardan silencio. Es triste ese lugar en el número 11-66 de la avenida Hincapie de Ciudad de Guatemala. 

Sorprendidos por un ejercicio militar de la Fuerza Armada guatemalteca, un grupo de deportados observa hacia la pista del aeropuerto internacional de La Aurora. Al centro y sin el uniforme clásico de un centro de detención estadounidense con que suelen deportarlos, Juan Bernardino, de 29 años, también observa a los militares. Juan, que trabajaba en un carwash, fue detenido el 1 de octubre del 2025 durante una redada de ICE en Chicago y nueve días después fue deportado a Guatemala. “El día de mi captura también agarraron a varios compañeros, pero eran de otros países. Nos hablaron en inglés y no les entendimos nada hasta que otros agentes nos dieron una llamada para avisar a nuestros familiares el día que seríamos deportados’’, dijo al salir del centro de retornados.(Photo: Carlos Barrera)El Faro
La mañana del 15 de octubre del 2025, Raúl Ramos dormía sobre la banqueta metálica frente al Centro de Recepción de Retornados de Zona 13. Había dormido poco, la ansiedad por recibir a su hija Berta y un viaje que había iniciado a la medianoche desde San Marcos, en el occidente de Guatemala, y finalizado a las 6 de la mañana, obligó al hombre a tumbarse a dormir. Hace cuatro años pagó 12,000 dólares para que un coyote llevara a su hija a Estados Unidos. Su hija, que ahora tiene 24 años, trabajaba en el servicio de limpieza en un restaurante en Dallas, ganando diez dólares por hora. Vivía con su hermano mayor y, según Raúl, el dinero que ahorró lo va a utilizar para regresar a Dallas.(Photo: Carlos Barrera)El Faro
El modo en el que fueron capturados muchos de los que llegan deportados es similar. Regresaban de sus trabajos a sus casas cuando de una camioneta se bajaron agentes de ICE, les hablaron en inglés y no les dieron tiempo de despedirse de sus familiares o cambiarse de ropa. Llegan deportados con sus pantalones y camisas aún llenos de la pintura de aquella última jornada de trabajo de hasta 14 horas. Antes pasan unos diez días en los centros de detención estadounidenses, con la misma ropa y zapatos. Los celulares, billetera y documentos son decomisados y devueltos al aterrizar en Guatemala.(Photo: Carlos Barrera)El Faro
Al aterrizar en Guatemala después de ser deportada y pasar el proceso migratorio, Alicia Hernández fue golpeada por la realidad que atraviesan cientos de deportados que migraron hace un par de décadas. Se enteró de que nadie la esperaba, de que no le quedaba un solo familiar en Guatemala que la recibiera. Lloró y, desesperada, hizo una última llamada a sus parientes en Estados Unidos para saber si ellos tenían a alguien que la recibiera. La respuesta no fue alentadora. Nadie tenía a un pariente para contactarla, le avisarían si les quedaba alguna amistad. Ese día Alicia tuvo que ir al albergue para migrantes en Zona 5 para esperar si sus familiares contactan a alguna amistad solidaria. (Photo: Carlos Barrera)El Faro
– ¿Cuál es todo su nombre y fecha de nacimiento? -pregunta el oficial de Migración. – Mi nombre es Marcos Ajcabal y nací el 15 de mayo de 1984. – ¿En qué fecha te fuiste a Estados Unidos?  – Mire, la fecha de mi salida no me acuerdo, pero creo que fue entre junio y julio del 2013. Estuve como 12 años allá.  –¿Tienes DPI? –  No, me lo quitaron los de ICE y no lo mandaron.  La conversación acaba. Los oficiales de Migración hacen las mismas preguntas a todos los deportados. La mayoría no recuerda la fecha en que se fueron de Guatemala. Muchos de ellos hicieron el viaje por tierra hacia Estados Unidos cuando eran niños o adolescentes, y regresan siendo adultos y sin ningún pariente que los reciba en el país (Photo: Carlos Barrera)El Faro
“Bienvenidos, su país los recibe. Sabemos que quieren unas tortillas bien calientitas con un desayuno chapín. También tendrán la posibilidad de compartirnos sus datos personales para poder optar a oportunidades laborales’’, dice una empleada del Instituto Guatemalteco de Migración a los 165 deportados que llegaron en un avión de la aerolínea Global X el 10 de octubre del 2025. Los deportados llegan al país del que huyeron por falta de oportunidades, donde hasta finales del 2024, según el Instituto Nacional de Estadísticas, el salario promedio era de 2,538 quetzales, poco más de 330 dólares mensuales. Y donde el trabajo informal es de 67.9% a nivel nacional.(Photo: Carlos Barrera)El Faro
El primero en la fila es Ronald Martínez, tiene 27 años y es originario de Escuintla. Fue deportado después de trabajar siete años en compañías constructoras en Orlando, Florida. Lo capturaron en su trabajo, le quitaron el celular y no pudo avisar a sus familiares en Guatemala que lo iban a deportar. “A ese país no vuelvo hasta que salga Trump, muy jodida está la situación”, dijo antes de tomar un taxi y aventurarse a encontrar a su familia en Escuintla.(Photo: Carlos Barrera)El Faro
Marta Cortez fue deportada tras 20 años viviendo en Estados Unidos. En Guatemala fue recibida por su hermano Héctor, quien no la veía desde que era un veinteañero. El llanto imposibilitó que lograran mantener una conversación. “Es falta de humanidad deportar a las personas que ayudan a construir Estados Unidos. Mi hermana no es una delincuente”, dijo Héctor. Marta pasó dos meses en un centro de detención de Florida antes de ser deportada a Guatemala. (Photo: Carlos Barrera)El Faro
Bartolo García, de 37 años, fue deportado desde Chicago y las únicas pertenencias que llevó con él fueron dos cadenas de oro que usaba el día de su captura. Vivió 17 años en Estados Unidos y se casó con una guatemalteca. Sus hijas ahora son adolescentes de 14 y 16 años, ciudadanas estadounidenses de nacimiento que deberán viajar a Guatemala, ya que es insostenible económicamente para la madre mantenerlas en Chicago. Bartolo llamó a su mujer y le aconsejó abandonar el proceso en la corte para obtener un permiso de trabajo. “Allí me la van a capturar y la van a deportar, mejor que se vengan a Guatemala y cuando mis hijas tengan edad de trabajar que se regresen”, dijo.(Photo: Carlos Barrera)El Faro
Las pertenencias de 165 personas deportadas en un vuelo de Global X en el Centro de Recepción de Personas Guatemaltecas Migrantes Retornadas. En las bolsas, con suerte para algunos deportados, hay documentos personales, zapatos de trabajo, celulares y prendas de vestir. Son los artículos que las personas llevaban el día que fueron capturadas por agentes de ICE.(Photo: Carlos Barrera)El Faro
Vidalina Mendoza llegó a Ciudad de Guatemala junto a su esposo Marcos desde San Juan Ixcoy, a 328 kilómetros, al pie de la sierra de los Cuchumatanes. Era su primera vez en la ciudad, su viaje empezó a las 11 de la noche del 14 de octubre del 2025 y acabó a las 7:00 am del día 15. Llegaron con la esperanza de recibir a su hija que debía llegar deportada luego de haber sido capturada en Dallas. Las horas pasaron y Rosa, su hija, no salió. Desesperada, Vidalina trataba de averiguar si su hija había subido a uno de los autobuses que llevan a los deportados al albergue de Zona 5. Al cabo de unos minutos, una trabajadora de Migración salió para avisar que la hija del matrimonio Maya Q’anjob’al no aparecía en la lista de las personas que llegaron ese día. Vidalina y Marcos regresaron a San Juan Ixcoy sin su hija y con un número telefónico que les avisará el día que su hija regrese deportada a Guatemala.(Photo: Carlos Barrera)El Faro
Ricardo Yax grita con desesperación mientras se toma de la cabeza. Fue deportado de Estados Unidos después de diez años de vivir en Chicago. Allá quedaron sus cuentas bancarias con parte de sus ahorros. Ricardo y su familia son originarios de Quetzaltenango, él no piensa quedarse a vivir en Guatemala. “Para mí no hay vida aquí en Guate, descansaré un mes y con lo que ahorré voy a volver a subir para Estados Unidos”, dijo mientras su madre y hermano trataban de consolarlo a la salida del Centro de Recepción de Personas Guatemaltecas Migrantes Retornadas.(Photo: Carlos Barrera)El Faro
Las personas deportadas describen su proceso de deportación como inhumano. Todo inicia con el trato recibido por parte de los agentes de ICE. Les hablan en inglés, los tiran al piso para esposarlos. En la última parte del proceso los encadenan de pies y manos antes de subirlos al avión, las cadenas van ajustadas a sus muñecas y tobillos y son liberados minutos antes del aterrizaje. En la imagen, migrantes deportados en un vuelo procedente de Harlingen, Texas, antes de realizar su proceso migratorio en el Centro de Recepción de Personas Guatemaltecas Migrantes Retornadas.(Photo: Carlos Barrera)El Faro
Gran parte de los deportados pasan de largo por un muro donde hay afiches con anuncios de ofertas laborales dentro del Centro de Recepción de Personas Guatemaltecas Migrantes Retornadas de Guatemala. Las ofertas se resumen en trabajos para carpinteros, motoristas o meseros. Los trabajos son ofertados por empresas de la ciudad. La mayoría de los deportados son originarios de zonas rurales, a más de 300 kilómetros y hasta ocho horas de viaje. Según datos del Instituto Guatemalteco de Migración, el departamento con mayor número de deportados es Huehuetenango, seguido por San Marcos y Quiché.(Photo: Carlos Barrera)El Faro
El 15 de octubre del 2025, un vuelo con 82 deportados procedentes de estados como Louisiana y Ohio aterrizó en la Ciudad de Guatemala. En las afueras del Centro de Recepción de Personas Guatemaltecas Migrantes Retornadas de Guatemala, uno de los hombres que fue deportado mientras regresaba de trabajar se quitó las botas de trabajo con la bandera de Estados Unidos y las dejó en el lugar. “Yo no quiero volver más a ese país hasta que se vaya ese presidente, para mí ese sueño ha acabado por ahora”, dijo sin querer ser identificado.(Photo: Carlos Barrera)El Faro