Washington y Bukele: luna de miel, ruptura y reconciliación
<p>Nayib Bukele ha interactuado con tres administraciones estadounidenses. Pasó de codearse con los conservadores a convertirse en un paria bajo la agenda anticorrupción de los primeros años de Joe Biden. Pero Bukele resistió y superó a los demócratas, apostando por el regreso de Trump. Una movida que lo catapultó al centro del poder en Washington.</p>
Roman Gressier
GRESSIER, PRESENTADOR: Frente a las cámaras, Nayib Bukele despide a su aliado: el embajador de Estados Unidos, Ronald Johnson. Es el 18 de enero de 2021, y la ceremonia se realiza en Casa Presidencial. El presidente le entrega una nueva condecoración, la Gran Orden Francisco Morazán, creada especialmente para él. Bukele lo llama amigo, agradece su apoyo y dice que “duda mucho” que pueda tener una relación igual con quien el demócrata Joe Biden designe para reemplazarlo.
BUKELE: Hasta hace menos de dos años El Salvador y los Estados Unidos eran prácticamente países enemigos. Ya ustedes recordarán los múltiples apoyos al régimen de Venezuela, las múltiples condenas a Estados Unidos hechas por el gobierno de El Salvador e incluso las desafortunadas mantas de “yankee, go home” que tenían en los eventos del gobierno anterior.
GRESSIER: Esa despedida fue el cierre de una etapa: la de su alianza cercana con el gobierno republicano. Días después, Joe Biden asumió la presidencia en Washington, y dentro de poco, la relación con El Salvador comenzó a tensarse.
MANES: Hacemos uso de diferentes herramientas como la que tengo que nos permite tomar acción inmediata en contra de actores que están abusando su poder para el beneficio personal.
GRESSIER: Ella es Jean Manes en un anuncio difundido en redes sociales en 2021. Está discutiendo la lista Engel, que fue uno de los primeros pasos de Biden ante una sociedad civil que exigía una lucha anticorrupción en Centroamérica. El Gobierno de Estados Unidos señaló a funcionarios cercanos a Bukele por desfalco o por socavar la democracia. Fue el primer quiebre abierto entre gobiernos. Y vendrían más. Y más duros.
BUKELE: Si no escuchan nuestra versión, seguramente están escuchando la versión de la oposición… están parcializados.
GRESSIER: En esa frase de Bukele frente al cuerpo diplomático en El Salvador no hay solo una queja: contestó con su propia advertencia. Bukele sabía hasta dónde podía tensar la cuerda y Washington todavía no decidía si soltarla o sostenerla.GRESSIER: Este es El Faro Audio. Soy Roman Gressier, editor de El Faro English. Hoy: Washington y Bukele: luna de miel, ruptura y reconciliación.
Así se comenzó a construir la relación
BUKELE: Pero podemos decirles con toda certeza, con toda firmeza, con toda seguridad y con la irreversibilidad que esperábamos para venir a pararnos en este podium de que hemos ganado la alcaldía de San Salvador.
GRESSIER: Regresemos unos años en el tiempo. En 2015, Bukele ganó la alcaldía de San Salvador y empezó a proyectarse más allá de su partido. Un año después, llegó al país la embajadora de Estados Unidos, Jean Manes, y con ella comenzó su primer vínculo con la diplomacia estadounidense.
Manes representaba la política exterior de la administración Obama, que predicaba el diálogo y la cooperación con la región. Washington ofrecía fondos a los gobiernos centroamericanos a cambio de un compromiso: fortalecer sus instituciones, frenar la corrupción y reducir la migración.
Era una ecuación simple: si el dinero público no se perdía, la gente tendría más razones para quedarse.
Cuando el fiscal general Douglas Meléndez fue elegido en diciembre de 2015, con el apoyo de ARENA y del FMLN, los dos partidos que dominaban la política desde los años noventa, Washington celebró la decisión.
Era el candidato respaldado por la embajada, según dos fuentes consultadas por El Faro que trabajaban en la Fiscalía en aquel entonces. El gobierno de Estados Unidos financió automóviles blindados para el “Grupo Contra la Impunidad”, mejor conocido como GCI, un amplio equipo de fiscales cuidadosamente seleccionados por Meléndez.
Dentro de muy poco tiempo, el nuevo fiscal comenzó a incomodar. En sus primeros meses al frente de la Fiscalía General de la República, los expedientes dejaron de quedar guardados y los viejos aliados del poder empezaron a aparecer en las investigaciones.
[rel1]
PRESENTADOR DE NOTICIAS: Douglas Meléndez fue juramentado como fiscal general en sustitución de Luis Martínez. Tres años han pasado desde entonces, período en el que se han procesado expresidentes, empresarios, el mismo exfiscal Martínez y exfuncionarios por delitos de corrupción.
GRESSIER: La Sala de lo Constitucional la integraban “los Cuatro Fantásticos”, un apodo por su independencia frente al poder. En menos de una década, abolieron la Ley de Amnistía y declararon inconstitucional la partida secreta. No era poca cosa en un país acostumbrado a la obediencia judicial.
En esta entrevista de televisión, hace más de ocho años, dos de ellos, Sidney Blanco y Rodolfo González, explicaron cómo entendían el uso del dinero público:
BLANCO: Todos aquellos dineros públicos que se desvían para otros fines son ilegales, por lo tanto, en ninguna ley aparece que los funcionarios serán reconocidos con sueldos extras o sobresueldos.
GONZÁLEZ: Que le quede claro al país que ningún presidente de la República ni secretario privado de la Presidencia tiene facultad legal para estar regalando a ministros o a funcionarios de otras instituciones dinero que no.
ROMAN: En medio de esa sensación de avance, a Washington llegó un nuevo presidente.
PRESENTADOR DE FOX NEWS: Donald J. Trump es el presidente electo de Estados Unidos. No tomará posesión hasta enero, pero la noticia ya llegó al New York Hilton.
GRESSIER: Manes permaneció como embajadora cuando Trump llegó al poder, en enero de 2017.
VOCERO DEL FMLN: Se resolvió poner la máxima sanción a Nayib…
GRESSIER: Bukele encontró una forma de hacer política al margen de los partidos tradicionales. Un año después, lanzó su candidatura a la presidencia. Primero con Nuevas Ideas, el movimiento que él mismo fundó. Y luego, porque ya se le había vencido el plazo para hacerlo con su nuevo partido, con el viejo partido bisagra GANA, de derecha y con varios miembros acusados de corrupción. Un nuevo elenco para un país que empezaba a dar un giro drástico.
BUKELE: Como ustedes han visto, los mismos de siempre adelantaron sus campañas hace meses, violando impunemente la ley. Siempre lo han dicho y piensan que es normal. Lo mismo pasa con la corrupción: cuando llegan al gobierno roban, porque así lo han hecho siempre. Ven la corrupción como algo normal, son los mismos de siempre y de su forma de hacer política ya estamos hartos. Pero ahora tenemos la oportunidad de dejarlos en el pasado y mirar hacia el futuro.
GRESSIER: Ese fue su mensaje en un auditorio conservador vinculado al Partido Republicano de Estados Unidos, en julio de 2019. Ese mismo mes, la embajadora Jean Manes terminó su misión en El Salvador y Bukele la despidió en Casa Presidencial. Durante esos primeros meses, mantuvieron una relación cercana. Manes había sido una figura clave durante su ascenso político y seguía apareciendo a su lado en actos oficiales.
Fuentes en Washington aseguraron a El Faro en 2021 que fue ella quien lo había presentado ante la Casa Blanca de Trump como un aliado del nuevo gobierno. Volvería a San Salvador dos años después, en medio de una crisis democrática nunca vista desde los acuerdos de paz. Pero aquel tono amistoso entre Manes y Bukele duraría poco.
El inicio del quiebre institucional
GRESSIER: Cuando el sucesor de Jean Manes, Ronald Johnson, se fue de El Salvador en enero de 2021, ya era otro país. El gobierno de Bukele estaba bajo sospecha de corrupción, las investigaciones por pactos con las pandillas avanzaban en silencio en el seno de la Fiscalía y la evidencia empezaba a llegar a los pasillos de Washington. Aun así, esa tarde, el presidente y el embajador se abrazaron y posaron para la foto.
BUKELE: La verdad es que hoy es un día triste porque se va nuestro amigo.
GRESSIER: Johnson había aterrizado en El Salvador en septiembre de 2019. Exagregado de la CIA y militar retirado, conoció el combate en El Salvador en los años ochenta, como “asesor militar autorizado”. A partir de 1984, lideró un batallón de Fuerzas Especiales en Panamá, según su perfil público.
Desde el principio, Bukele y Johnson se entendieron. En público se trataban por su nombre: Ron y Nayib. En los primeros meses, Johnson aparecía junto al presidente en conferencias, o comiendo mariscos en un restaurante en Miami. Era una cercanía poco común entre un embajador y un jefe de Estado.
Trump buscaba un aliado en Centroamérica. Alguien que pudiera firmar medidas de línea dura para contener la migración que salía de la región. En El Salvador, esa migración tenía una raíz conocida: las pandillas. Durante años, las extorsiones, las amenazas y los asesinatos habían obligado a familias enteras a huir del país.
En ese contexto, encontró en Bukele a un aliado. En cuestión de meses, el gobierno salvadoreño anunció una patrulla fronteriza y firmó un acuerdo migratorio que en los hechos nunca se aplicó, pero que Washington presentó como un éxito. Esa cercanía con Washington coincidió con los primeros gestos de poder absoluto en San Salvador.
La noche del 6 de febrero de 2020, Bukele apareció en cadena nacional junto al embajador estadounidense Ronald Johnson. Anunciaban un acuerdo de visas de trabajo para salvadoreños, pero el mensaje cambió de tono. Al terminar el acto, Bukele se dirigió al país para exigir a los diputados aprobar un préstamo de 109 millones de dólares destinado a su plan de seguridad.
Dijo que, si la Asamblea no sesionaba el domingo, “el pueblo” tenía derecho constitucional a la insurrección. A su lado, el embajador Johnson escuchaba en silencio. Esa noche fue también el primer anuncio de la convocatoria extraordinaria al pleno, la antesala del 9 de febrero, cuando Bukele entró a la Asamblea rodeado de soldados.El día de la toma, afuera lo esperaba una multitud convocada por su equipo. Desde las gradas frente al edificio les dijo:
BUKELE: Yo le pregunté a Dios y me dijo paciencia.
GRESSIER: Cuando el país todavía intentaba entender lo ocurrido, Bukele convocó a una reunión privada en una casa de Las Piletas, una residencial exclusiva. Buscaban medir el costo político del 9 de febrero y la reacción internacional que había provocado. A esa casa llegaron funcionarios de su círculo cercano, además del embajador Johnson. Nadie más del cuerpo diplomático llegó, según una investigación de El Faro.
La Sala de lo Constitucional fue dura. Dijo a Bukele: señor presidente, deje de usar la Fuerza Armada para poner en riesgo la democracia.
La reacción de Estados Unidos, no tanto. Hasta el lunes 10, el embajador Johnson escribió en Twitter que no aprobaba la presencia de militares dentro de la Asamblea Legislativa y que se sentía aliviado de que todo hubiera terminado sin violencia.
Con el tiempo, el embajador Johnson minimizó ese episodio en Washington como un hecho más pacífico de lo que era. Tras su paso por San Salvador, desde su casa en Florida, se convirtió en aliado importante de Bukele para consolidar apoyo con el Partido Republicano en Miami y Washington.
Ahora, pese a las dudas sobre su papel en El Salvador y las críticas sobre su cercanía con Bukele, Johnson es embajador en México, puesto clave en la diplomacia de Estados Unidos.
PRESENTADOR DE TELEMUNDO: El Salvador también se encuentra en cuarentena a partir de hoy. El anuncio lo hizo el presidente que suspendió clases en todo el país y prohibió las aglomeraciones de más de 500 personas en conciertos y partidos de fútbol.
GRESSIER: Quedémonos en 2020. Un mes después de aquel 9 de febrero, el mundo se detuvo. El Salvador también. El Gobierno desplegó soldados y policías en las calles para asegurarse de que nadie saliera de casa bajo la cuarentena.
La Sala de lo Constitucional declaró inconstitucionales los decretos con los que el Ejecutivo restringía derechos básicos como la movilidad y la reunión. Mientras tanto, el fiscal Melara ordenó investigar el uso de fondos públicos y compras irregulares en varios ministerios en el contexto de la pandemia. Para Bukele, cualquier límite al poder se sentía como una traición.
Las fuentes de la Fiscalía consultadas por El Faro para este episodio contaron que la Policía recibió una instrucción directa desde Casa Presidencial: no colaborar con las investigaciones. Por eso la Fiscalía decidió trabajar sola, sin avisar siquiera del todo ni a la embajada de Estados Unidos, dirigida por Johnson, por la cercanía que mantenía con Bukele. En esas investigaciones apareció algo que rompió con el discurso oficial.
Dentro de la Fiscalía, el Grupo Especial Antimafia descubrió indicios de negociaciones entre el Gobierno y las pandillas.
BUKELE: Ahora lo que hacemos es usar más inteligencia y menos fuerza. Así que, cuando inviertes mucho en inteligencia, puedes ir y quitar piezas de la estructura que la hacen funcionar.
GRESSIER: Ese es Bukele, en una entrevista con Al Jazeera en 2019. Hablaba de inteligencia y estrategia para el combate de las pandillas. Pero al año siguiente los fiscales del GEA encontraron que uno de sus funcionarios, el jefe de prisiones, Osiris Luna Meza, había entrado con hombres encapuchados a cárceles de máxima seguridad para pactar con las pandillas.
En agosto de ese año, Luna llegó al edificio del Grupo Conjunto de Inteligencia Fronteriza, en San Benito, para reunirse con oficiales estadounidenses. Quiso pedir asilo. Aceptó contar lo que sabía, aunque retrocedió cuando le explicaron que tendría que testificar contra el Gobierno para el que trabaja. Los agentes estadounidenses lo descartaron: decían que no tenía pruebas. Esto según demostró un reportaje de Carlos Martínez en nuestra revista mensual, El Faro de Agosto, cuando habló con uno de los agentes estadounidenses que estuvieron en esas reuniones.
Mientras tanto, el embajador Ronald Johnson prefería hablar de otra cosa: la migración. Presumía que los flujos habían caído por 81 %. Un supuesto éxito que coincidía con un país encerrado, con hambre y con miedo.
La nueva era
BIDEN: Los Estados Unidos se enfrentan a un nuevo reto ante los ojos de la historia. Los Estados Unidos están a la altura de este desafío. Hoy, celebramos el triunfo no de un candidato, sino de una causa: la democracia.
GRESSIER: A inicios de 2021, el tablero político en Estados Unidos volvió a cambiar — y esta vez, en El Salvador, Bukele perdió piezas. En Washington, Donald Trump se negaba a reconocer la victoria de Joe Biden, que recién se había instalado en la Casa Blanca. La Fiscalía de Melara creyó que era un escenario distinto, ya que un nuevo embajador estaba a punto de ingresar, dándole aire para presentar el caso Catedral a tribunales, según nuestras fuentes en la Fiscalía de Melara.
BUKELE: El Salvador está rompiendo todos los récords.GRESSIER: Pero Bukele no tardó en volver a ganar. En las elecciones legislativas del 28 de febrero de 2021, su partido, Nuevas Ideas, logró una mayoría aplastante que le permitió dominar por completo la Asamblea Legislativa.
Apenas tomaron posesión, en horas de la noche del 1 de mayo, la mayoría bukelista dio un golpe irreversible: destituyó a los magistrados de la Sala de lo Constitucional y al fiscal general. Sin consulta pública ni debate legislativo, Bukele tomó el control total del Estado.
Dos días después, convocó de urgencia a casi todo el cuerpo diplomático en El Salvador a Casa Presidencial para una “reunión privada”. Durante casi dos horas, el presidente se quejó del tono de los comunicados en los que varios gobiernos habían condenado la decisión de la Asamblea. Entre los asistentes hubo diplomáticos incómodos, otros en silencio, y una silla vacía que destacaba más que el resto: la del encargado de negocios de Estados Unidos, Brendan O’Brien, que no se presentó.
BUKELE: Si no escuchan nuestra versión, seguramente están escuchando la versión de la oposición. Están parcializados.
[rel2]
GRESSIER: Tres días después del golpe, el 4 de mayo, el Departamento de Estado desclasificó un documento que marcó la primera fisura: la Lista Engel. En ella el Gobierno Biden quitó las visas por corrupción a cuatro altos funcionarios del gobierno de Bukele, incluyendo a su secretario jurídico, Conan Castro, por la remoción de los magistrados y el fiscal.
La destitución de los funcionarios en San Salvador había tomado por sorpresa a Washington. La administración Biden apenas comenzaba cuando Juan González, asesor de la Casa Blanca para América Latina, dijo en una entrevista con El Faro: “El líder que no esté listo para combatir la corrupción no será un aliado de Estados Unidos.”
Ante el golpe judicial, la respuesta de Estados Unidos fue enviar una mano firme que ya conocía la política salvadoreña. El 26 de mayo de 2021, Jean Manes regresó al país. Esta vez como interina, mientras Biden y el Congreso estadounidense no se decidían sobre quién ocuparía el cargo de forma permanente.
USAID, la agencia de cooperación internacional de Estados Unidos, anunció que quitaría fondos de las instituciones involucradas en el golpe judicial de Bukele, como la Policía Nacional Civil, para dirigirlos a organizaciones de sociedad civil que les contaban las costillas. Para un líder como Bukele, esto casi equivalía a una declaración de guerra.
Tras soltar la Lista Engel, el primer mensaje de Manes fue apoyar el combate a la corrupción:
MANES: La reciente publicación de la Lista Engel...
GRESSIER: El 15 de septiembre de 2021 no era cualquier día del año, ni cualquier Día de Independencia. Era el Bicentenario. Días antes, los magistrados de la Sala de lo Constitucional, impuestos por Bukele, anunciaron que él podía buscar un segundo período consecutivo, a pesar de múltiples prohibiciones en la Constitución.
Ese día, hubo una protesta grande en San Salvador. En un mensaje a la nación, ya no era sorprendente que Bukele acusara a Estados Unidos de financiar protestas en su contra. De injerencia. Como también lo había hecho Ortega en 2018.
Es decir, la relación estaba rotísima. La reelección inconstitucional, al oído de Jean Manes, le recordaba a Hugo Chávez en Venezuela. Así lo dijo ella. Y a finales de noviembre, anunció su partida. Se quejó: “¿para qué voy a seguir en El Salvador si no tenemos contraparte?” Su salida marcó el punto más bajo de las relaciones entre Washington y Bukele.
Durante más de un año, la embajada volvió a quedar sin titular. Hasta que en febrero de 2023 llegó William H. Duncan, un diplomático de carrera que había estado en El Salvador en los años noventa. Su estilo fue todo lo contrario a Manes: bajo perfil y prudencia.
Bukele agradecería más adelante, en 2024, a Duncan.BUKELE: El embajador vino en un momento difícil en general, pero sobre todo con nuestras relaciones con Estados Unidos. No era el mejor momento. Yo sinceramente no tenía mucha expectativa de lo que podía hacerse de ahí en adelante y empezamos a hacer la solicitud de él pequeñas cosas. Fueron arreglando la relación y fue gracias al embajador Duncan.
Las delegaciones paralelas
ROMAN: El 1 de junio de 2024, mientras Bukele asumió su segundo mandato inconstitucional, hubo delegaciones paralelas de parte de Estados Unidos. Incluso parecían competir por influencia en San Salvador. Por un lado, estaba la esfera MAGA: Donald Trump Jr., Tucker Carlson, Eduardo Verástegui. Por otro lado, el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, aplaudía desde primera fila.
MÉNDEZ: Ahora el cambio sustantivo, creo que ha sido también por cómo el mismo presidente Bukele ha ido cambiando su narrativa y sus prioridades más allá del régimen de excepción. Hemos visto cómo en su segundo mandato Bukele ha empezado a hablar de Dios más que en su primer mandato. Ha tratado de tener una narrativa muy conservadora sobre el concepto de familia. Ha hablado con el mismo lenguaje de los valores con los que el Partido Republicano, especialmente el movimiento MAGA, se siente identificado. Diría que que Bukele ha tenido una transformación un poco ideologizada.
GRESSIER: Ella es Ana María Mendez, directora para Centroamérica de WOLA, la Oficina en Washington para Latinoamérica. Explica por qué Estados Unidos puede convivir con un líder autoritario mientras celebra su política de seguridad. La ideología, más que la democracia, se volvió el punto de encuentro.
El Congreso aún no ha recibido la nominación de Trump para embajador en El Salvador. ¿Escogerá un perfil discreto, un diplomático de carrera como Duncan, o enviará a una figura más desnudamente política para dialogar con uno de sus aliados más importantes en el hemisferio? El vínculo entre Bukele y Washington se maneja directamente desde la Casa Blanca republicana, ahora bajo el liderazgo de Donald Trump y su secretario de Estado, Marco Rubio.
La transacción ha sido evidente. Bukele recibe deportados venezolanos y salvadoreños en el CECOT, mientras Trump presiona a la Fiscalía de Nueva York para suavizar los casos contra líderes de la MS-13 que podrían dar testimonio en Estados Unidos sobre los pactos de Bukele con las pandillas. Así revelan reportajes recientes de El Faro y el Washington Post. La relación renovada se sostiene en intercambios: seguridad, migración, silencio e impunidad.
Hablamos con Michael Paarlberg, politólogo estadounidense, dijo esto sobre la relación de Bukele y Trump.
PAARLBERG: Trump tiene casi 80 años. Pase lo que pase, no será presidente por mucho tiempo. Pero Bukele hizo una apuesta arriesgada: lo apostó todo a Trump. No apostó por el gobierno de Estados Unidos, ni siquiera por el Partido Republicano, sino únicamente por Trump. Cuando Trump se vaya —e incluso quizá antes—, ¿qué pasará con el acuerdo que Bukele ha construido? Especialmente si el caso de la MS llega a las cortes.
Bukele no pensó a largo plazo. Convirtió en enemigo a todo un partido político, los demócratas, que no estarán dispuestos a trabajar con él ni a encubrir sus pactos. Y si Trump tiene éxito con su plan de deportaciones masivas —que Bukele respalda—, El Salvador recibirá cientos de miles de migrantes devueltos y perderá las remesas que ellos enviaban. Remesas que, como sabemos, representan alrededor del 25 % del PIB.
GRESSIER: Aun así, dice que Trump no ha dado un cheque en blanco.
PAARLBERG: “Sin embargo, no es un aliado leal… mientras Bukele haga cosas que beneficien a Trump políticamente y financieramente —como ofrecerle ese code para eludir los tribunales estadounidenses o algún acuerdo con criptomonedas que aún no conocemos—, Trump lo va a apoyar. Pero no olvidemos que Trump considera a El Salvador y a muchos otros países como países de mierda: desechables, si dejan de serle útiles.
GRESSIER: Bukele ya es presidente de facto y mantiene a su país bajo régimen de excepción, suspendiendo derechos constitucionales, desde hace tres años y medio.No está claro quién será el futuro embajador de Trump en El Salvador, un país clave para su agenda en la región. Pero la prensa en Estados Unidos ha empezado a especular que no será un diplomático de carrera, sino un nombramiento político. El ex enviado especial de Trump para Latinoamérica, Mauricio Claver-Carone, dijo al Miami Herald en julio que el Gobierno ahora tiene una “lista larga” de perfiles buscando una embajada.
Dijo: “No recuerdo haber visto a la gente pelear por ser embajador en El Salvador”.
