“La OEA está en su peor momento; podría estar a punto de colapsar”

<p>El embajador dominicano Josué Fiallo retrata un multilateralismo socavado por su propio peso y llevado al precipicio por el regreso de Donald Trump: “Si tú lo matas y crees que vas a poder resolverlo todo, te vas a desgastar apagando fuegos solo”, advierte. Lo sabe de primera mano, de cuando ayudó en 2023 a apagar un intento de golpe en Guatemala.</p>

Roman Gressier

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En la política guatemalteca, algunas neblinas nunca se terminan de esclarecer para revelar el entramado entero y a menudo sórdido. Hace ya dos años, en plena elección, el país parecía balancearse a dos dedos de un golpe de Estado: cada mes, cada semana, traía una nueva arremetida judicial contra el proceso, solo para fundirse en la siguiente. Entre sus protagonistas destacan jueces y fiscales que se autorrecetaban el poder de anular candidaturas y partidos o secuestrar cajas enteras de votos, empecinados en construir una narrativa de fraude no sustentada por los observadores internacionales.

El embajador dominicano Josué Fiallo, por aquellas fechas destacado en Washington ante la Organización de Estados Americanos, vio en primera fila y en reuniones privadas los malabares del Gobierno ante la comunidad internacional. Mientras el presidente Alejandro Giammattei ponía la mano en su corazón para jurar ante los enviados extranjeros que todo estaba en orden, una magistrada acusó a su otra mano de tratar de comprar al Tribunal Supremo Electoral, en un burdo complot en el que ella acusó al operador más cercano de Giammattei literalmente de colocar dinero en la mesa del tribunal. Guatemala en 2023 podría haber sido un caso de éxito de defensa de la democracia, pero “la sociedad guatemalteca tiene que tener una conversación consigo misma sobre el futuro institucional de este país”, sostiene Fiallo. “No han cambiado los esquemas que los llevaron aquí. Es evidente que algo no anda bien”.

El embajador concedió esta entrevista de paso por la capital guatemalteca a inicios de julio, para presentar en Filgua su nuevo libro, “Diplomacia de crisis: Guatemala, la OEA y la esperanza democrática en 2023”. No sin ironía, porque lo grueso de lo que dijo fue una dura radiografía de una región cada vez más autoritaria: cree poco eficaz una estrategia de presión que mantiene como parias a Nicaragua y Venezuela. El régimen de Nayib Bukele, afirma, sin las ataduras de sus cargos diplomáticos, “no lidera nada. El Salvador tiene una potencia mediática, digital, impulsada por el ego de una persona que oscurece cualquier otra cosa”, opina. “En el mediano y largo plazo, no tiene posibilidad de prosperar. Eso va a terminar muy mal”.

Los vientos que soplan desde el Norte no le parecen más alentadores a Fiallo, que presidió en 2021 el Consejo Permanente de la OEA. Lamenta que Estados Unidos, bajo Donald Trump, tuerce brazos a la vez que amaga con retirarse de foros multilaterales que su propio país propició. “Es una señal de inmadurez política extraordinaria”, señala. Según Fiallo, esto solo ha agudizado una crisis política y financiera de lenta cocción en el seno de la OEA, la emblemática arena diplomática de este lado del mundo. La Organización, advierte, “podría estar a punto de colapsar por completo”.

Cuéntenos por qué publica ahora, dos años después de las elecciones en Guatemala, este libro sobre “diplomacia de crisis”.

Salí de Washington en enero de 2024 y fui embajador en Costa Rica hasta este enero. Hice primero un acopio de toda la documentación oficial antes de regresar a Santo Domingo y dedicarme a escribir. Terminé en marzo y mandé el borrador a mis compañeros que estaban en la OEA en ese momento, porque hago valoraciones de cada uno. Ya en mayo estaba listo. Son casi 600 páginas; es una crónica muy detallada de 200 intervenciones. Es la historia no solamente de la defensa de la democracia en Guatemala, sino también de cómo la región compite en atención por diferentes crisis, por qué ciertos países en un momento son muy activos y en otros no, cómo las misiones se informan y llegan a una oposición, los diferentes tracks de negociación a nivel de presidentes, ministros, embajadores. Todo ese engranaje.

Es muy difícil y lento y por eso la gente concluye que la diplomacia es perder el tiempo. Tiene una desventaja comparativa con otras profesiones: mucho de lo que hacen los diplomáticos es evitar que algo suceda. No hay resultado tangible para afuera. Pero para los países —sobre todo los pequeños, que no tenemos economías potentes ni ejército para imponer— lo único que nos protege de arbitrariedad es el orden internacional basado en reglas.

La OEA ha tenido fuertes problemas y fracasos en los últimos años. Parecía que Guatemala era su primer logro en años en realmente preservar un sistema democrático. ¿Aquí hay un manual que se puede replicar?

No comparto la valoración que usted hace. En la crisis peruana del 2022 también, tras bastidores la OEA jugó un rol importante en mantener el orden constitucional cuando el presidente Castillo intentó lo que intentó. Puedo ir hacia atrás. Lo que pasa es lo que te explicaba: lo que se ve desde fuera. Sí, Guatemala puede ser un ejemplo de cómo lidiar con las crisis que alteren el orden democrático. Ahora bien, había señales mucho antes de que la crisis llegara a ese pico en 2023. Necesitamos sistemas de alerta temprana. La OEA podría implementar una suerte de semáforo para no llegar a fuego. Aquí, las probabilidades también de que Guatemala vuelva a su curso de 2023 son muchas. La sociedad guatemalteca tiene que tener una conversación consigo misma sobre el futuro institucional de este país. Hasta ahora no han cambiado los esquemas que los llevaron aquí. Es evidente que algo no anda bien.

El embajador dominicano Josué Fiallo, que en los últimos años ha encabezado las misiones diplomáticas de su país en Costa Rica y ante la OEA en Washington, afirma en esta entrevista que el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha consolidado una crisis política y financiera para el multilateralismo regional. Foto de El Faro: Edward Grattan.

En 2023, uno de los primeros puntos de ruptura que usted identifica es cuando Bernardo Arévalo llegó a la OEA y denunció un intento por quitarlo del proceso. Pero estamos hablando de un proceso en que ya había exclusión de otros candidatos y sombras de posible soborno al Tribunal Supremo Electoral. Era un año de crisis, en plural.

Así es. La primera sesión fue justo después de la primera vuelta (en junio de 2023). En la OEA, nuestro radar colectivo estaba en Bogotá, sumado a la crisis de seguridad que tenía Ecuador, donde el estado estaba asediado por grupos criminales. Luego estaba Haití… Después de la primera elección, la misión de observación electoral presentó su primer informe advirtiendo que el proceso venía complicado desde el principio. En República Dominicana decidimos prestar más atención porque para nosotros las misiones de observación electoral de la OEA han sido esenciales: en las últimas décadas, en 1978, en 1994, en 2020, fueron instrumentales en ayudarnos a evitar situaciones similares a estas, como fraudes electorales.

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En la segunda sesión, la presidenta del Tribunal Supremo Electoral (de Guatemala) explicó el acoso que estaban recibiendo, con el intento de invalidar el partido político Movimiento Semilla. Explicó que la norma electoral establece que los partidos, mientras esté vigente el proceso, no pueden ser judicializados. Esa fue la campanada para la mayoría de los estados de que esto es una situación que no podemos obviar. Ahí comenzamos a juntarnos los embajadores que teníamos la preocupación en la misma tónica. Y luego se fueron sumando muchos más. A partir de esa masa crítica de estados, surgieron resoluciones condenatorias y las negociaciones con todos los demás países, dónde participaba Guatemala también.

Hago un conteo mental rápido y hubo mínimo una docena de pronunciamientos desde el Consejo Permanente contra los ataques al proceso. Ha habido fraudes electorales burdos en la región, pero aquí había una crisis —y un consenso— de otra naturaleza.

Ya en diciembre, sí había una mayoría abrumadora de 29 países. Pero la primera votación que hubo, si lo recuerda, no llegamos a 20. Aquí tengo que hablar de los caribeños: en CARICOM hay 14 países pequeños que inclinan una votación para cualquier lado. La mayoría de sus embajadores lo son tanto ante la OEA como en la Casa Blanca. Si tienes estas funciones, seguir un tema en Guatemala, donde ni siquiera entiendes el idioma, ni tienes embajada… Según ellos, sus democracias no tienen las mismas debilidades que nosotros. Prefieren priorizar el desarrollo, la cooperación, la seguridad. Les toma tiempo seguir a la manada. ¿Qué hizo especial a Guatemala? Desconocer la voluntad popular fue el no-go.

Eliezar Hidalgo, al centro de la imagen, portaba una máscara con el rostro de Bernardo Arévalo. El joven de 24 años viajó en agosto de 2023 desde San Benito, Petén, para poder escuchar el discurso de cierre de campaña del candidato de Semilla. ''Todo el viaje valió la pena para escuchar las palabras del futuro presidente de Guatemala'', dijo. Foto de El Faro: Carlos Barrera
Líderes de la alcaldía indígena Maya Achí de Rabinal, Baja Verapaz, llegaron a la plaza De la Constitución para apoyar a Bernardo Arévalo en su cierre de campaña previo a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2023 en Guatemala. Foto de El Faro: Carlos Barrera(Photo: Carlos Barrera)Carlos Barrera-El Faro

En segundo lugar, el gobierno guatemalteco demostró una profunda incapacidad de reconocer la posibilidad de que ellos podían hacer algo mejor. Había soberbia, falta de humildad. En reuniones cerradas, nunca hubo un reconocimiento de que en alguna de las situaciones que estaban sucediendo ellos podían incidir para evitarlas. Y eso irritaba. En privado le preguntamos sobre el intento de vulnerar la inscripción de Semilla: si el problema son las firmas, se le permitió operar y actualmente está en un proceso. Si el estado comete un error y te deja continuar y tú adquieres derechos u obligaciones, luego el estado no puede decirte, “Me equivoqué, todo lo que has hecho no es válido”. Y lo segundo, ¿por qué ensañarse con uno si hay otros partidos donde seguramente, entre miles de firmas en un sistema digital de verificación inexplicablemente pixelada, encontraríamos situaciones similares? Su argumento era que el Ministerio Público era independiente, que ellos no podían incidir en eso. Y nosotros les decíamos: ¿por qué no hay ni siquiera un pronunciamiento público? Usted puede decir: esta es mi opinión.

¿Cree que el Gobierno de Alejandro Giammattei jugaba dos barajas?

Total, claro. Ellos tenían la expectativa de que el Ministerio Público iba a prosperar en invalidar a Semilla y lograr que a través de un fallo judicial se dijera que Semilla no podía competir y subir al tercer candidato como opción. Y la segunda fue que si no podían invalidar a Semilla, podían quitarle el antejuicio a él y a la candidata vicepresidencial para tirarlos a la cárcel. Nosotros creíamos eso plenamente.

Que, en realidad, ellos estaban tirando del lado del Ministerio Público con todo su peso, pero mantenían un espejismo público de que, no, aquí todo está en orden.

Claro — y que era un tema interno en que nadie tenía que meterse. Es un argumento que todos utilizamos en algún momento, pero nadie obligó a Guatemala a pedir una misión de observación, ni a suscribir la Carta Democrática Interamericana, donde el Estado se comprometió a defender la democracia. Eso de que “nos quieren imponer de afuera, que la injerencia, que la soberanía”, me parece fantástico. Esa repetición era para la audiencia doméstica, a la que parece que ellos tenían que contentar. No les fue bien.

¿Cómo se hace diplomacia con un gobierno que tiene sombras enormes de corrupción? Desde 2021, con la “lista Engel” de Estados Unidos, hubo debates sobre los criterios de las sanciones y los estados centroamericanos apelaron a la soberanía.

Esas argumentaciones son fruto de la dinámica interna. Los estados tienen que ser muy cuidadosos con las sanciones, porque la relación bilateral está por encima de muchas consideraciones políticas: cuando hay un problema con ellos, tienes que llamarlos para hablar. Hay un flujo migratorio y comercial importante que amerita una conversación fluida. Tercero, actuamos en foros comunes de diplomacia, donde las decisiones requieren consensos. Si el país X señala con el dedo y dice, “El país Y está gobernado por un bando de charlatanes”, a partir de ahí, la relación bilateral no va a prosperar. Vas a tener serios inconvenientes.

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¿Al Gobierno de Biden se le fue la mano con su política de sanciones?

No sé, porque nosotros no participamos en ese proceso, no nos informan.

Pero lo observaron en la misma comunidad de naciones. ¿Qué impacto tuvo?

Tiene un peso específico viniendo de Estados Unidos, que es el líder regional. Es simplemente una señal de la fuerza existente. Nosotros sabemos cómo operan los gringos también. Para los gringos, como usted explicaba ahora, ¿cuáles son los criterios para establecer ciertas cosas, cuáles son los momentos para hacerlo? A nosotros también nos han ansiado personas, algunas que tienen procesos judiciales, algunas que luego han salido sin nada. Perdón, pero los gringos no son palabra de Dios. Tienen sus intereses y los defienden muy bien.

La política es el intercambio de intereses.

Sí, pero también se trata de principios. Vamos a dejar eso claro. Ciertamente, los intereses pesan y determinan, pero hay países que quieren vivir apegados a sus principios.

Donald Trump y Nayib Bukele, en la Oficina Oval de la Casa Blanca en Washington, D.C., el 14 de abril de 2025. Foto El Faro: Brendan Smialowski/AFP.

Aquí en Guatemala, hace algunas semanas, la Unión Europea sancionó a miembros de la Fundación Contra el Terrorismo. Esto suscitó amenazas contra el embajador, incluso de cárcel. La política de sanciones fue importante en la estrategia internacional para evitar un golpe. ¿Qué balance hace de su efecto en este país?

Si se sanciona a un individuo, es simbólico: viene y se va. Si se altera el orden constitucional, en ese proceso te dejamos sin derecho. Pero para presionar, vamos de cero a cien en un abrir y cerrar de ojos. Es parte de lo que critico: tenemos que tener escalas graduales donde vayan subiendo la intensidad de la presión para tratar de que el actor cambie: deje de hacerlo completamente o sea invalidado de manera definitiva. Esos actores y organizaciones cascarón, que tienen los decibeles muy altos, que van a los extremos buscando pugna y polarización, son marionetas que están moviendo los grandes intereses que confluyen en cada país.

Si vemos los casos de Nicaragua, Venezuela, o Cuba, ¿qué frutos han dado las estrategias de sanciones?

En el caso del régimen de Venezuela, lo que pasa adentro es injustificable y hay que irse a la historia: Venezuela nunca fue una democracia. En Venezuela se ha dado un proceso de enfrentamiento entre clases y grupos. Chávez murió; Maduro sigue con su locura. Se fueron siete millones de venezolanos. ¿Quién los estimuló a que se fueran? La sanción americana. Colombia, el Darién y Estados Unidos le abrieron la puerta. Si hoy hay elección en Venezuela, ¿por quién van a votar? Los que están allá. Ahora hay menos gente en Venezuela. Para repartir lo que hay.

Es mucho más complejo que decir “es una tiranía y hay que sacarlo”. Cuba tiene 60 años o más resistiendo las sanciones. ¿Qué ha cambiado? Lo peor es que convertirlos en enemigos, con quien no hay conversación de ningún tipo, no permite llegar a acuerdos mínimos en un proceso de transición que va a suceder en algún momento, generacionalmente, lo que tú quieras. Los gringos están equivocados y no les ha dado resultado, pero tienen una base política que tienen que alimentar y está en el sur de la Florida.

Vamos a El Salvador. El año pasado, se culminó una ruptura constitucional con la toma de posesión inconstitucional de Bukele el 1 de junio. Toda la comunidad internacional ha guardado silencio. ¿Por qué?

Escribí sobre El Salvador en mi libro. Es bastante sencillo: el nivel de popularidad del presidente es su escudo. No hay suficiente base de descontento o de preocupación para hacer una masa crítica. Es eso.

Pero me ha dicho que la política no solo se trata de intereses, sino también de principios.

Hay preocupación, hay comentarios. Que puedan ser más relevantes, más sonoros, claro.

¿Cómo se siente la comunidad internacional tras bambalinas hacia Bukele?

Yo le puedo hablar de la percepción que yo viví en el momento. El Salvador no es un ejemplo de nada. No lidera nada. El Salvador tiene una potencia mediática, digital, impulsada por el ego de una persona que oscurece cualquier otra cosa temporalmente. Hay grupos dentro de la sociedad que están dispuestos a ceder parte de sus derechos a cambio de una promesa de satisfacer una necesidad histórica: la seguridad. Y eso va muy bien hasta un momento dado. Históricamente es comprobable que, luego que se identifica cuál es el mal indeseable que vamos a erradicar, muta y ataca otros espacios. Y esa tendencia autoritaria solamente busca crecer. En el corto plazo parecería ser muy satisfactorio; en el mediano y largo plazo, no tiene posibilidad de prosperar. Eso va a terminar muy mal.

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Si usted y otros diplomáticos en su círculo tienen clara esa película, ¿por qué la comunidad internacional no ha tomado una postura tajante?

Pienso que es un experimento de ver hasta dónde ciertamente el tema seguridad es atendido. Ahora, el costo humano toma tiempo en acumularse y generar impacto. Va a generar odio, resentimiento, más violencia y eso no termina ahí. Nunca ha terminado bien. Los éxitos de la humanidad se dan cuando cuidamos a la gente y protegemos los derechos.

El embajador dominicano Josué Fiallo concedió una entrevista a El Faro en Ciudad de Guatemala el 5 de julio de 2025. (Photo: Edward Grattan)El Faro

En su libro, critica entre líneas a Luis Almagro, exsecretario de la OEA: alude a sus posibles “arrepentimientos”. ¿Cómo valora su liderazgo?

A lo largo de la crisis en Guatemala quedó evidente que su liderazgo no fue muy positivo: La organización no es él. En muchas oportunidades, él se arrogaba la potestad de avanzar posiciones sin consultar con los estados miembros que le dieron su mandato. El caso más saliente es Venezuela: fue extremadamente vocal y confrontacional, cuando en el seno de la organización no existe consenso. Se salía de los carriles; eso no lo ves en Naciones Unidas. Dos: su capacidad gerencial fue particularmente pobre. La OEA viene de una crisis financiera que no se atendió en lo más mínimo durante el tiempo de Almagro, cuya vocación personalista para la asignación de posiciones de alto nivel generaba fricciones con los estados. Designaba funcionarios sin consultar con su país; a veces tenían posiciones contrarias a su presidente.

Ahora, también quiero reconocer su capacidad para actuar. O sea, al menos era un secretario general de armas tomar. No hubo una situación que le trajera un país que Almagro no sorteara. Tenía una capacidad de abstracción y análisis para los problemas. El balance todavía es muy pronto para hacerlo. La historia es la que se encargará de juzgarlo. Creo que la OEA está en su peor momento de la historia. Podría estar a punto de colapsar totalmente y no por él. Está el panorama político: la recesión de Estados Unidos como líder, la ausencia de participantes de alto nivel como Canadá y Brasil dispuestos a cubrir esa salida.

¿Cuáles son los focos de esa crisis en la OEA?

Primero, legitimidad. El hecho de que dos países —Venezuela y Nicaragua— hayan salido en los últimos cinco años degrada la capacidad de consenso. El segundo es el punto de vista financiero: tiene un presupuesto este año de alrededor de 94 millones de dólares para atender 32 países. Tercero, fragmentación del mandato: seguridad, derechos humanos, democracia y desarrollo. No es capaz, operativa y técnicamente, de atenderlos todos. En los últimos 30 años, la Asamblea General de la OEA le ha dado más de 800 mandatos a la Organización y no los puede cubrir. Esta gente se compromete, tienen obligaciones, y no lo pueden hacer. El último aspecto es una desconexión entre la organización y el día a día de los y las ciudadanas de las Américas.

Ha mencionado la salida de los espacios multilaterales de Estados Unidos. ¿Podría dibujar con más detalle el papel actual del segundo Gobierno de Trump?

En la Asamblea General de la OEA en Antigua y Barbuda en junio, el subsecretario de Estado Christopher Landau hizo una amenaza velada de que si la OEA no era capaz de hacer frente a temas como Venezuela o Haití, ¿para qué estamos aquí? Nosotros la podemos abandonar. Y eso golpeó tu oído como una señal muy clara de que es una posibilidad. Eso es una barbaridad. O sea, you don’t go around bullying people like that; no vengas con matonería. Si tú te quieres ir, vete. Vete.

Aquí hay una comunidad de naciones que tienen igualdad soberana. Los gringos ponen casi el 50 % del presupuesto, pero esa es su decisión. Estados Unidos en este periodo, como en otros, está jugando a torcer brazos para conseguir mayorías artificiales forzadas. Lo van a lograr probablemente, porque tienen la capacidad para hacerlo. Pero en el camino van a herir de muerte el multilateralismo. Cuando hay crisis en la región, el instrumento natural para tratar de desactivarlas es el organismo. Si tú lo matas y crees que vas a poder resolverlo todo, te vas a desgastar apagando fuegos tú solo. Pero ellos no tienen esa vocación. Va en contra de su propia política, porque fueron ellos los que impulsaron y mantuvieron el organismo. Si no les sirve a sus intereses ahora, se van. Bueno, inmadurez. Es una señal de inmadurez política extraordinaria. Es desafortunado, irresponsable, innecesario.

Hay problemas comunes que no podemos resolver individualmente. Y no solo el cliché del cambio climático… la seguridad, la regulación de la inteligencia artificial. Todo eso solamente lo podemos trabajar sentados todos en la misma mesa. Es lo que se construye en conjunto.